SENTIDO Y CONCIENCIA DE LO SAGRADO Cuando hablamos de lo Sagrado, nos referimos todo aquello que revela la divinidad o que relaciona la divinidad con lo humano. Sagrado sería todo lo que relaciona a Dios con el ser humano. Y le proporciona la guía necesaria en su peregrinar hacia él, es aquí donde el evangelio deja de ser un camino teórico, y se convierten en un camino hacia el resucitado, hacia una unión con Cristo, dejando atrás las fisuras que nos apartan de él. No es raro encontrarse con personas que cuestionan el sentido de la sacralidad en el mundo actual. Pareciera que para ellas lo sagrado fuese sinónimo de mítico e imaginario. Sagrado es todo lo que nos conduce hacia Dios, entonces no es sagrado solo lo que viene de Dios sino también lo que procede del hombre hacia Dios, pues, si consideramos únicamente la sacralidad como algo que procede de Dios y que se dirige hacia nosotros, solo podemos adoptar una posición pasiva frente a lo Divino. zzzzvEn este caso no puede existir diálogo entre Dios y el ser humano. Lo trascendente se convierte en monólogo de Dios, que deja al hombre la única tarea de escuchar pasivamente la revelación. Tendríamos un tipo de sacralidad primitiva, que no es muy normal hoy en día. Dios nos da el privilegio de conocerle, claro que esto se realizará si disponemos de espacio para acercarnos a él. La oración personal o comunitaria, los actos religiosos, actividades asociativas dentro de grupos de fe, son formas activas que nos ayudan acercarnos a Dios y a llenar el vacío que tenemos en nuestro interior. Acercarse a Dios es una labor personal y comunitaria, nos dice el evangelio, «Donde hay dos o tres reunidos en mi Nombre, yo estoy presente en medio de ellos». (Mt 18, 20). La sacralidad es una propiedad que hace que reconozcamos algo como sagrado; la sacralidad se reconoce en la medida en que cada uno de nosotros somos capaces de “leer” o interpretar determinados objetos, espacios, actos o textos como caminos de interrelación con Dios. Por eso, cuando veneramos un objeto como sagrado, lo que deberíamos hacer es leer en éste la relación que nos da noticia o comprensión de Dios. No adoramos el objeto ni le damos rango divino, solo nos acercamos a Dios por medio del objeto. Desde muy pequeños se nos enseña rezar a Dios delante de una imagen, se nos coloca una cruz al cuello, para recordarnos sobre el gran regalo de la salvación que procede de aquel símbolo, y es que los seres humanos somos tan olvidados, por eso mismo en nuestros templos siempre encontramos una cruz al fondo que nos recuerda que debemos tener la mirada fija en Cristo que es nuestro guía. En el libro “Dios o Nada”, el cardenal Robert Sarah, relata una historia a manera de leyenda que nos ilumina en nuestro seguimiento, y es que en nuestras comunidades sucede como un perro que persigue a una liebre y corre detrás de ella ladrando; otros perros, al oírle ladrar, se le unen, y corren todos juntos detrás de la liebre. Sin embargo, al cabo de un rato, los perros que corren sin ver la liebre se dicen: pero ¿adónde vamos? ¿Por qué corremos? Se cansan, se desaniman y, uno tras otro, van dejando de correr. Únicamente los perros que ven a la liebre continúan persiguiendo hasta el final y la acaban cazando. Conclusión; solo quienes tienen los ojos puestos en la persona de Cristo en la cruz perseveran hasta el final. Nuestra madre la Iglesia tiene en cuenta esto, nos da la oportunidad de tener experiencias íntimas de encuentro con Cristo. Y con los medios sagrados que nos proporciona, llegamos hasta donde Dios quiere; a un encuentro personal con él, pues, de otra forma es ilusorio pensar que los hombres seguirán con constancia al hijo de Dios. Hugo Enrique Sorto Ramos 3° de Filosofía

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