Después
de 37 años, Monseñor Oscar Arnulfo Romero Galdámez sigue vivo en el pueblo
salvadoreño, en América Latina y en todo el mundo, haciendo renacer en cada
corazón que escucha su palabra, el compromiso por la justicia, la solidaridad y
la esperanza en un mundo más humano, por eso podemos afirmar que sus palabras
no han perdido actualidad, y por supuesto “Romero está más presente que nunca”.
Las celebraciones del aniversario de su Martirio son una prueba de su resurrección.
Miles de salvadoreños se movilizaron en todo el país con actividades
conmemorativas. Multitudes de peregrinaciones llegan a diario a orar ante su
sepulcro, una energía singular emana del lugar donde está sepultado. Y es así,
que en el marco de la celebración de los 100 años de su natalicio su figura se impone
como modelo de hombre de Dios, Obispo hombre de la Iglesia y servidor de los
pobres. Sin duda su Beatificación nos llenó de alegría y gozo.
Pero,
¿Por qué decimos que Romero está más presente que nunca? Su ejemplo de
servicio, su oración, siguen inspirando a cientos de fieles por ser cada día
mejores cristianos; y no solo a los laicos, si no también es modelo de
religiosos, sacerdotes y consagrados, modelo de verdadero pastor: “El pastor
tiene que estar donde está el sufrimiento”( Homilía del 30 de octubre de 1977),
en efecto, con Romero, Dios paso por El Salvador, como lo dice un dicho popular
entre la gente; y es que con su cercanía nos enseñó a sentir a Dios entre nosotros y a no
sentirnos solos “Ningún cristiano debe sentirse solo en su caminar, ninguna
familia debe de sentirse desamparada, ningún pueblo debe de ser pesimista aun en
medio de las crisis que parecen insolubles, como la de nuestro país. Dios está
en medio de nosotros” (Homilía del 16 de diciembre de 1979). Su mensaje claro y
sencillo estimula a su pueblo a caminar con esperanza en medio de la tempestad
y con la confianza plena de dirigirse a un Dios que es padre, como nos enseñó
Monseñor Romero.
Por
todo eso, Romero sigue siendo ejemplo de santidad, o con las palabras del Papa
Francisco “Un Hombre de Dios”; que impulsa no solo a los mayores a mantener su
legado, sino también a muchos jóvenes que nos mueve a comprometerlos con la
causa del Reino de Dios, a fin de establecer la civilización del amor. Este es
Monseñor Oscar Romero, un ejemplo vivo entre la juventud salvadoreña que
después de su muerte sigue no solo en el recuerdo y corazón de su pueblo,
sino en sus acciones y deseos de un
mundo mejor, “La palabra queda y ese es el gran consuelo del que predica; mi
voz desaparecerá pero mi palabra, que es Cristo, quedará en los corazones de
los que los hayan querido acoger” (Homilía del 17 de diciembre de 1978). Sin duda
su palabra a quedado en los corazones de su pueblo, que tiene su confianza en
Cristo único Señor y salvador a quien el Beato Oscar Romero imito e hizo
presente con su vida.
Debemos
dar gracias a Dios por darnos un ejemplo de un hombre sencillo y humilde que se
entregó al servicio de sus hermanos, y que nos dejó un hermoso ejemplo de ser
cristiano, hijo de la iglesia: Monseñor Romero. Mantengamos y vivamos el mismo
anhelo de Santidad que impulso a este hombre de Dios y guardemos este tesoro
como el mismo nos lo pidió “Hermanos, guarden este tesoro. No es mi pobre
palabra la que siembra esperanza y fe; es que yo no soy más que el humilde
resonar de Dios en este pueblo” (Homilía del 2 de octubre de 1977). Cuidemos,
pues, este legado esta gran herencia que nos dejó. Hagamos vida su palabra en
nuestras vidas, seamos humanos y cristianos como lo fue Monseñor y construyamos
un país como él lo soñó.
René Oswaldo Quiroz
Cuarto año de Teología
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