MONSEÑOR ROMERO, DEFENSOR DE LOS POBRES



Oscar Arnulfo Romero fue nombrado arzobispo de San Salvador, capital de El Salvador, el 22 de febrero de 1977. Tres años más tarde fue asesinado en el altar un 24 de marzo de 1980. El tiempo que ha pasado desde aquella muerte violenta ha magnificado la memoria del hoy Beato. Romero saltó casi de golpe a la inmortalidad de los mártires en medio de la violencia atroz de la dictadura militar y la pobreza humillante en El Salvador.
Fue la denuncia de las dolorosas situaciones de la vida humilde y sencilla de los pobres en El Salvador la que llegó a costarle la vida. La profundidad y valentía del legado atesorado en sus homilías y su actuar, que en resumen son una clara defensa de los pobres y marginados, constituirá la razón eminente por la cual hoy es recordado por muchos cristianos del mundo como «San Romero de América».
El gran amor de Monseñor Romero hacia los pobres tiene como base el Magisterio del Concilio Vaticano II, al que en muchas ocasiones cita en sus homilías. Además, era un gran conocedor del Magisterio emanado de la Conferencias del Episcopado latinoamericano.
La realidad de la injusticia social, la explotación exagerada, las condiciones de vida infrahumanas de muchos de los hombres y mujeres, vistas en contrapuesto con la también presente opulencia de unos pocos y el exagerado acaparamiento de bienes, causaban que el arzobispo mártir denunciara con vehemencia tales males como una clara expresión de corrupción y de inmoralidad de las estructuras socioeconómicas del pequeño país centroamericano.
La doctrina que Cristo mismo ha predicado de la pobreza revela una forma diferente de verla, que la Iglesia ha buscado cultivar a lo largo de los siglos, este tipo de pobreza consiste en tener y procurar los justo y debido renunciando a los excesos innecesarios, más cuando estos son causa de la explotación y de  injusticia, idea que Monseñor Romero defendió con entrega hasta la muerte.
En efecto, Monseñor Romero denunciaba con las palabras del concilio Vaticano II que "todos los cristianos... han de intentar orientar rectamente sus deseos para que el uso de las cosas de este mundo y el apego a las riquezas no les impidan, en contra del espíritu de pobreza evangélica, buscar el amor perfecto" (LG 42)
Seminarista: Manuel Alfredo López Cornejo
Primero de filosofía 
                                                                                                            

Comentarios