La Iglesia Católica celebrará el próximo 11 de febrero, en la conmemoración de Santa María de Lourdes, la XXV Jornada Mundial del Enfermo, con el tema elegido por Su Santidad el Papa Francisco para este año: El asombro ante las obras que Dios realiza: «El Poderoso ha hecho obras grandes por mí…» (Lc 1,49).
La Jornada Mundial del Enfermo fue instituida por el Papa San Juan Pablo II, el 13 de mayo de 1992. Su Santidad pretendía que esta Jornada fuera un momento fuerte de oración, reflexión y ofrecimiento del dolor para el bien de la Iglesia, así como una oportunidad para que los cristianos reconocieran el rostro de Cristo sufriente en nuestros hermanos enfermos.
La Iglesia nos llama a ser firme apoyo de la debilidad humana, por medio de la práctica sacramental, para que Dios muestre su auxilio a cuantos se encuentran sometidos al dolor y a la aflicción de la enfermedad, que les hace exclamar desde lo más íntimo de su ser la súplica del salmista: «Misericordia, Señor, que desfallezco, cura, Señor, mis huesos dislocados; tengo el alma en delirio.» (Salmo 6, 3-4).
El sufrimiento es una realidad patente. Por ello, la Iglesia también invita a todos a un momento de reflexión, a los cristianos y no cristianos, a los que gozan de sanidad y a los que carecen de salud. Invita a los enfermos a reconocer el valor de sus padecimientos y debilidades; y, a los sanos, el valor de su ayuda y solidaridad para con quien padece.
El santo de los estigmas, San Pío de Pietrelcina, llegó a decir: «Sufrir es de todos, pero el saber sufrir es de pocos». Y es que esta sabiduría sobre el sufrimiento viene de Dios, pero se vive mejor en una familia que acompaña, alivia, consuela y anima al que sufre, confiada en que Dios remediará con su auxilio todo desvalimiento; se vive también por la acción de los agentes de salud, médicos, enfermeras, enfermeros y cuantos se dedican al cuidado de sus hermanos sufrientes, abandonados en la promesa del Reino hecha por Jesucristo, pues cada vez que asisten a los que padecen necesidad, a Él asisten (Cfr. Mt 25, 40).
El Papa Francisco, en el mensaje para la XXV Jornada Mundial del Enfermo, propone una acentuada reflexión sobre temas en favor de la dignidad de la vida humana; dignidad que debe ser respetada por todos y que la enfermedad no menoscaba.
Nuestra Señora, la Bienaventurada Virgen María de Lourdes, que reconoce las maravillas que Dios ha hecho en su vida, nos ayude a aceptar, incluso en el sufrimiento, la voluntad de Dios, y a comprender que «la leve tribulación de un momento nos procura, sobre toda medida, un pesado caudal de gloria eterna» (2 Co 4, 17).
Seminarista
Rony Alberto Ramos
Segundo
de filosofía
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