Sobre la existencia del Cielo


Las religiones paganas y primitivas solían poner al «cielo» en sus manifestaciones simbólicas; para el hombre antiguo, el «cielo» venía a significar no sólo la «morada» de Dios, sino también su manifestación superior: refería a su inaccesibilidad, a su poder que domina a todos los seres creados. El «cielo» era visto como una realidad divina que sobrepasaba todo pensamiento humano, como un sitio donde habitaban las deidades. El concepto de «cielo», pues, ya estaba en las primitivas religiones, y era concebido como algo fuera del mundo material (extra mundus). De esto se desprendía también la idea que el «cielo» era algo inalcanzable para el ser humano, pues no era algo propio de su naturaleza, sino algo natural a los seres divinos.

Ahora bien, para la Revelación cristiana, la realidad del «cielo» es considerada una de las verdades fundamentales. Ya en el Antiguo Testamento encontramos muchos relatos acerca de su existencia. El libro del Génesis nos menciona como Dios crea la luz separada de las tinieblas, expresando así la incomunicabilidad que existe entre ellas, ya que, la luz (símbolo de la presencia de Dios) es incompatible con las tinieblas (símbolo de la ausencia de Dios). Allí donde está Dios, allí es también el lugar mejor, el cielo. El mismo pueblo de Israel, da la afirmación de que el Señor es el «Dios del cielo» (Cfr. Is 66, 1-2). Nuestro Señor Jesucristo en su predicación anunciaba el «Reino de los Cielos» (Cfr. Mt 4,17; 5,10; 19,14). Y también el Apocalipsis describe al cielo como el lugar en que la presencia de Dios, inmediatamente manifiesta, es alabada por los ángeles y los santos (Cfr. Ap 21-22).

En la Biblia la existencia del «cielo» es considerada real y no imaginaria, puesto que es la morada de Dios, su presencia misma. Jesucristo después de su resurrección subió a los cielos (Cfr. Lc 24, 51) y está sentado a la diestra del Padre (Cfr. Mc 16, 19).  Además, a diferencia de la concepción pagana en la que el «cielo» era inalcanzable para el ser humano, para el cristianismo pasa lo contrario: todo ser humano está llamado a alcanzarlo. Todos los cristianos bautizados pueden ser partícipes de esa gloria celestial que se nos ha entregado por la resurrección del Nuestro Señor Jesucristo, que nos integra a su morada y a su presencia misma, donde lo veremos cara a cara (Cfr. 1 Cor 13,12; Ap 22,4). De este modo, el «cielo» más que un lugar físico es un estar con Dios. Es decir, más que ir a alguna parte consiste más bien en estar en plena comunión con el Creador.

Por eso cabe decir que el concepto de «cielo» en la Sagrada Escritura tiene un sentido cualitativo, que predomina frente al sentido local (de lugar). El «cielo» es el ámbito de Dios, de sus ángeles y santos, de la consumación y de la salvación. Las descripciones del «cielo» en la Biblia tienen por ello como fin puntualizar la perfección, belleza y bienaventuranza del estar con Dios.
Seminarista Mario Francisco García
2 de Teología

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