La
credibilidad pasa
a través del camino del amor, que lleva a todos los hombres al encuentro vital con Jesucristo. La Iglesia es el lugar
donde se manifiesta el acto de creer, que se orienta a partir del Vaticano II en la categoría englobante de testimonio que se
convierte en el signo eclesial de credibilidad por excelencia. El testimonio personal
e institucional en la misión de la comunidad eclesial en su realidad
histórica se catequiza en el paradigma de la credibilidad de la misma Iglesia
que es “una, santa, católica y apostólica”. Es así que la
credibilidad de la Iglesia, para realizarla debe tener permanente estructuras a
fondo de los signos de los tiempos e interpretarlos a la luz del Evangelio, de
forma que, acomodándose a cada generación, pueda la Iglesia responder a los
perennes interrogantes humanos sobre el sentido de la vida presente y futura, y
sobre la mutua relación entre una y otra. Es necesario, por tanto, conocer y
comprender el mundo en que vivimos y sus esperanzas, sus aspiraciones, su modo
de ser, frecuentemente dramático (GS 4).
En
cuanto al conjunto del modo de vivir, la credibilidad de la Iglesia presenta la
pregunta acerca de la coherencia. Evidentemente nadie puede exigir que un
cristiano viva enteramente el Evangelio de Jesús. Hay normalmente una distancia
entre lo que se vive y lo que se anuncia. (Una antigua expresión de esto es el
dicho: anuncio el Evangelio que me acusa). Pero sí se puede esperar del
cristiano y del evangelizador un esfuerzo constante y consistente por encarnar
en su vida el Evangelio. Encontramos a menudo, especialmente en jóvenes, la
demanda de coherencia en las personas y en la comunidad eclesial. No se puede
descalificar este tema como un típico problema adolescente. Creemos que lo que
está detrás es la búsqueda de una manera de vivir, como algo integral, íntegro.
Es preciso comunicar la manera de vivir de Jesús. Esto justamente protege
frente a una de las manifestaciones de la ideologización: transformar el
cristianismo en una doctrina o una explicación de la realidad. El cristianismo,
en cuanto a comunicación de Vida, ha de transmitir el modo de vivir de Cristo Jesús.
En la existencia de cada uno hay ciertamente momentos oscuros y en las personas
hay aspectos negativos; sin embargo, la validez de esta forma de vivir permite
creer también cuando está oscuro y cuando nos enfrentamos a lo negativo.
También es importante decir un carácter que es
necesario frente el tema de la credibilidad de la Iglesia, que es: el como la
Iglesia pierde la credibilidad cuando no es lugar de misericordia. La irrupción
del reino en Cristo puede ser comprendida como la oferta gratuita y definitiva
de la misericordia de Dios, que invita a una decisión radical por incorporarse
como hijo y hermano a esa dinámica de amor.
Se podría decir que ese es el tesoro que llevamos en un vaso de barro.
Pero ¿cuánto experimenta el hombre actual en la Iglesia la misericordia
gratuita y definitiva de Dios? Cuando el amor proclamado y vivido, se convierte
en una invitación a creer, a abrir las puertas a una realidad nueva que solo se
puede creer, pero que es gozosa y plena; capaz de otorgar sentido y animar en
la esperanza. Más allá de los defectos, errores y pecados de los cristianos, ha
de llegar a todos a través de la Iglesia el amor de Dios manifestado en Cristo
Jesús. Es la atracción que producen en su entorno figuras marcantes como la Beata
Madre Teresa de Calcuta. En definitiva, la credibilidad de un cristiano y de una
comunidad cristiana, en lo que de ellos depende en un determinado momento y
lugar, está en relación directa con su autenticidad cristiana, que anima a la
búsqueda de santidad.
Sem. Noé
Alexander Rodríguez Prieto
IV de
Teología
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