“La fe y la razón (Fides et ratio) son como las dos alas
con las cuales el espíritu humano se eleva hacia la contemplación de la verdad.
Dios ha puesto en el corazón del hombre el deseo de conocer la verdad y, en definitiva,
de conocerle a Él para que, conociéndolo y amándolo, pueda alcanzar también la
plena verdad sobre sí mismo”. Con estas palabras el papa san Juan Pablo II inicia la carta encíclica “Fides et Ratio”, la cual dirige a todos los obispo de la Iglesia
Católica, conmemorando el XX aniversario de su pontificado.
Dios nunca deja sólo al ser humano,
siempre lo acompaña en su camino; si nos fijamos en el Antiguo Testamento (Ex,
19,28), Dios acompaña al pueblo en todo momento, y le brinda las luces
necesarias para comprender su camino. La Sagrada Escritura nos presenta con
sorprendente claridad el vínculo tan profundo que hay entre el conocimiento de la
fe y el de la razón. Lo atestiguan sobre todo los Libros Sapienciales. Llama mucho la atención la lectura de estas
páginas de la Escritura, -hecha sin prejuicios-, el hecho de que en ella se contenga, no
solamente la fe de Israel, sino también la riqueza de civilizaciones y culturas
ya desaparecidas.
En la biblia se descubre la
convicción de que hay una profunda e inseparable unidad entre el conocimiento de la razón y el de la
fe. Para ayudar a la razón, que busca la comprensión del misterio, están
también los signos contenidos en la Revelación.
A medida que avanzamos en la lectura de la Encíclica, descubrimos que
san Juan Pablo II, ve en la persona de santo Tomás de Aquino, un gran maestro, que ha sabido vivir y
formular de modo adecuado la armonía entre razón y fe. Tomás de Aquino
argumentaba que la luz de la razón y la luz de la fe proceden ambas de Dios;
por tanto, no pueden contradecirse entre sí.
Quienes conocen el itinerario filosófico y teológico de Juan Pablo II,
reconocerán su experiencia personal en el estudio de Santo Tomás, en algunas de
las formulaciones relativas a la necesidad de una filosofía de alcance
auténticamente metafísico: “la metafísica no se ha de considerar como alternativa
a la antropología, ya que la metafísica permite precisamente dar un fundamento
al concepto de dignidad de la persona por su condición espiritual. La persona,
en particular, es el ámbito privilegiado para el encuentro con el ser y, por
tanto, con la reflexión metafísica”.
También es significativo que Juan Pablo II cite varias veces a Santo
Tomás, en el contexto de la verdad. Una de ellas tiene lugar cuando quiere
dejar en claro que una filosofía verdaderamente sapiencial debe ser un “saber
auténtico y verdadero, es decir, que atañe no sólo a aspectos particulares y
relativos de lo real —sean éstos funcionales, formales o útiles—, sino a su
verdad total y definitiva, o sea, al ser mismo del objeto de conocimiento”
El Concilio enseña que “cuando Dios revela, el hombre tiene que
someterse con la fe”. Con esta afirmación breve pero densa, se indica una
verdad fundamental del cristianismo. Se dice, ante todo, que la fe es la
respuesta de obediencia del hombre hacia Dios. Por tanto, podemos concluir, que
la fe y la razón son siempre necesarias para alcanzar el conocimiento total y
perfecto, es decir, Dios mismo.
Sem. Nelson Joel Durán Pineda
1° de Filosofía
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