El
Espíritu Santo nos está ofreciendo las vocaciones y los carismas necesarios
para hacer de nuestra Diócesis una porción floreciente del Reino de Dios en el
mundo (Cartas Pastorales y Discursos de Monseñor Oscar A. Romero, pág. 21).
Monseñor Romero tenía un celo ardiente por las vocaciones sacerdotales, que
nacía de la inspiración del Espíritu Santo. Monseñor siempre estuvo atento a
las necesidades de los jóvenes para que ellos aceptaran el mensaje del llamado;
el llamado a la formación sacerdotal y, que éste se hiciese íntegro en la misma
formación. El Beato Romero vivió en la formación el acercamiento al encuentro
con Cristo que llama y elige, como nos dice la Sagrada Escritura: «Llamó a los
que Él quiso» (Mc 3, 13). Esto lo vivió Monseñor en su formación. En sus mismos
escritos de estudiante mencionaba muchas veces que el aspirante tiene que
conocerse a sí mismo y conocer a Jesucristo en su formación sacerdotal. Para llegar
a ser una “Hostia viva entre el pueblo
de Dios.”
El
Beato Romero tenía en su corazón de pastor el amor de guiar, cuidar, proteger y
fortalecer el espíritu de sus seminaristas, porque tenía muy arraigado que
ellos eran la esperanza de la Iglesia. No cabe duda que Monseñor testimoniaba
con su ejemplo a los futuros pastores que se formaban en los seminarios a que
fueran idóneos y responsables con la misión que algún día iban a realizar. Por
eso, les dedicaba tiempo y los animaba día con día, a tomar en serio la
vocación sacerdotal. Claro está que Monseñor Romero es ahora un camino de
intercesión para los futuros pastores, que están en proceso de formación, a
tomarlo como ejemplo e imitarlo, ya que él tuvo a Jesucristo como modelo y meta
de su formación, y pudo configurarse con Él; de igual modo amó e imitó a la
Santísima Virgen María, Reina de las vocaciones y Madre de los pastores de la
grey.
Sem. Mario Francisco
García Alvarado
1° de Teología
muy interesante
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